Querer abarcar todo tipo de sentimientos, desde los más adorables a los más
lastimosos, en todos ellos se puede encumbrar lo más grande que tenemos los
humanos. Echo en falta, dentro de mi egoísmo, y al mismo tiempo reboso en su abundancia, cuantos
sentimientos y cual de profundos me transmitís y transmite Cristina. Confieso
que a medida que el tiempo discurre me
veo más imposibilitado para transmitir su estela de manera auténtica y
fidedigna, estela muy cargada de amor; reciente nuestro ahijado me decía si
Cris ya estaría aburrida de estar en el cielo, tengo pendiente una conversación
con un niño de casi 9 años, que disfrutó muy poco de su madrina en la tierra y ahora
su normal bisoñez lo aletargue de percibir sentimientos difíciles de recoger.
Yo confieso que me encuentro un tanto desvalido, sin su presencia física, en
este mundo tan lleno de grandes y pequeños momentos, pero ello no deja escapar
que en tantos y tantos momentos me encuentre fortalecido y lleno de energía.
Es cierto que, como leyendo a S. Agustín, uno parece anhelar morir en la
tierra, pero sabe que su miserable vida es preferible a la muerte, y que se
acaricie la fantasía de morir para
reencontrarme con Cristina tiene algo de melodrama autocomplaciente y
egocéntrico del que debo escapar por amor y respecto a Cris y a Dios.
Desde la recepción de tantos y buenos sentimientos profundos, que recibo
del Espíritu de Cris, reflejo y transmito ALEGRÍA en momentos complicados, PAZ
en nuestro camino y AMOR por encima de todo.