Descendía la pasión sobre mí cuando por primera vez vi a Cristina, y se encendió la lámpara del amor nada más absorber las sensaciones que transmitía. Su belleza adornada con su sonrisa, sustentada en su bondad, destellante en la verdad humana y tocada por el Señor, me transportaba como un Ángel al que Dios le hubiera encomendado el viaje más hermoso jamás pensado.
La imagen de Cristina se proyectaba en cada objeto que se cruza en mi vista. La imagen de Cris sigue presente a cada segundo de mi existencia. Si fuese poeta escribiría para ella, si fuese compositor compondría para ella, si fuese escultor que estatua podría imaginar, si soy esposo me entrego devoto y rezo con misericordia para reunirme con ella en la eternidad.
Clamo, suplico, ruego que su vida se me muestre indeleble y me acompañe en mi camino. Cristina por favor ten compasión de mí y nunca me abandones.