El 6 de agosto de 2001 Cristina empezó a vivir en la casa que compramos, nuestro hogar, que ella, con su esfuerzo, había conseguido a un precio y a una hipoteca que nos fue posible asumir. No solo por ello, sino también por todo lo que tantas veces he comentado esa casa la llamo “La Casa de Cristina”. Quiero recordar esos momentos de esperanza, ilusión, alegría y mucho, mucho amor. Cris se puede decir que la disfrutó a tope, la adornaba en cada rincón, dejó su pálpito en toda ella; se puede observar, oler, disfrutar su presencia en ella.
Por aquel tiempo yo trabajaba en Coruña y los fines de semana me quedaba
allí disfrutando como nunca, Cris se hizo en seguida vecina querida por unos
vecinos maravillosos. Recuerdo a dos ellos, uno infelizmente fallecido, Antonio,
y el otro Pablo que habían sido los conserjes del Instituto cuando yo empezara
el bachiller.
Cris dejó la casa como una patena, estaba ilusionada y feliz, ya solo nos
quedaba unirnos en matrimonio, que más podíamos pedirle a la vida que nos
sonreía; Cris aún disfrutaba de una salud razonablemente normal y por tanto
todo lo que restaba de aquel maravilloso 2001 fueron momentos inolvidables, la
veo “diseñando” el salón con una chimenea francesa, con unos muebles a
medida.., en fin son detalles, es cierto, materiales y por tanto mundanos pero
no de un valor menor para un ser humano, la veo asomada a la terraza, la veo
cocinando con tanta devoción, la veo planchando, la veo viendo la televisión,
la veo, la veo,…, y no puedo dejar de hacerlo, con ternura, con nostalgia, con
amor, con agradecimiento, con nostalgia claro pero no puedo dejar de verla. Que
más le puedo pedir a esta vida humana que recordar a quien me ha dado su sangre,
que más le puedo pedir a Dios que me ha regalado lo que ni tan siquiera sabía
que podía existir. Gracias por tanto recibido.
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