Dice el Papa
Francisco:” la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la
comodidad”. Lo escucho y mi cuerpo acomete una revolución, mi mente se autotransporta
a Cris y la veo como el sol, que no luce para si misma, ni como las flores que
nunca disfrutan de su perfume o como un árbol que jamás come sus frutos. Lo mejor
de cada uno de ellos es que eran para los demás. Para Cris el olvido era para sí,
su belleza donosa en los demás y su alegría, más bella, era la de procurarnos a
los demás. Cristina en su vida humana se olvidó de sí, sufrió la enfermedad como
buen podía y sacaba una sonrisa como bien no podía. Me muevo en ese entusiasmo
sosegado de su sublime camino, encuentro amor en cada sitio que recuerde y
vislumbro una vida con tantos problemas como alegrías, con tanto amor vertido
por su parte, que me hace ser lo mejor que pueda, que me muestra que la vida se
acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad.