Enciendo la TV y me sale una iglesia que me vuelca el corazón, me parece que es la bella iglesia de la localidad de O Carballiño. Espero unos minutos para confirmar que exactamente es la iglesia que me parecía. A esa villa precisamente fue el último mini-viaje que hice con Cris, allá por septiembre de 2015. A Cris le encantaba viajar y a mí no tanto, aunque evidentemente acercarse a O Carballiño no se le puede llamar viajar, pero en mi raquítica generosidad en cumplir con su hobby era salir a ver sitios nuevos, que tanto le gustaba a Cristina.
La verdad es que me ha caído cierta lástima, pena y desazón. Tener a Cris a mi lado era, a pesar de su enfermedad, un regalo de Dios. Era tierna, alegre y con carácter; cierto que desde 2011 su salud cercenaba en demasía todas sus virtudes, pero ella sobresalía, sobremanera llena de amor. Cris era un cielo lleno de amor, jamás me despegaré de su amor, ya que aunque quisiera me sería imposible, es tan grande su magnetismo, su huella indeleble, ha sido tan profunda su dedicación para con los demás, y especialmente conmigo que mi corazón bombea por y para ella.