Cristina era incansable en todo, ponía su corazón, su alma, su energía y lo
más importante su amor. Cuando digo en todo es en todo, tanto daba como daba
tanto: trabajando, divirtiéndose, amando,…,en cada segundo de su corta vida
natural no se ahorró ni una gota de sangre. En 2001 compramos la casa, que al
fin sería la Casa de Cristina porque ella lo “fabricó” todo, cuando parecía una
entelequia poder alcanzar una casa tan grande a nuestro escasos recursos
económicos; consiguió rebajar sustancialmente el precio demandado, la dificilísima
hipoteca sin recurrir a ningún tipo de aval, a gestionar toda la documentación,…,
en definitiva “construir” nuestro hogar para vivir el resto de nuestra vida. Fue
un momento precioso, sentimos bajo un techo tan deseado, como lleno de un amor
cargado de energía, lleno de amor (valga la redundancia) como que sigue vivo y
muy presente.
Recuerdo esos momentos como si los tuviese viviendo ahora mismo, que
especial entrar por primera vez en nuestra casa, nuestro abrazo por
conseguirlo, sonreír y disfrutar de ella, saborear nuestra alegría. Siento tanto
a Cris que no dejo de decir que gran regalo de Dios.