Conserva mi memoria la inefable sonrisa de Cristina, constantemente recurro
a ella, ya que jamás he visto mayor gloria y probablemente jamás la vuelva a
ver. Mi pusilánime ser siempre encuentra una especial fuente de energía en el
alimento de su sonrisa, y es que su sonrisa devoraba a la tristeza en pocos
segundos. Cris siempre iba de cara alegre con su sonrisa a regalársela a un
bebé, a un niño, a un adolescente, a un señor, a un anciano, a un
recepcionista, a un trabajador de la limpieza, a un camarero, a un director, a
un químico, a un tornero, a un músico,…, para Cristina su sonrisa era su enorme
vía de comunicación con cualquier ser vivo.
Recuerdo encontrar, con su sonrisa, un cielo la estancia en un hotel rural,
cuando mi pecadora personalidad bien podría acabar con la mejor hospitalidad.
La sonrisa de Cris decía, era natural; de un timbre especial con notas
mayoritariamente agudas, debido a la feminidad de su género, que no dejaba de
fortalecer, con tonalidades graves, probablemente debido a su fortaleza; franca
como el aire; natural como nacida de la providencia; alegre en su máxima extensión;
agradable; vivaz y cariñosa.
Recordar su sonrisa nacida en su corazón y regalada en su hermosa boca, no
deja de ser una de las más grandes sensaciones que puedo absorber, me abandono
a su hermosura; y es que, hermosa sonrisa.