Cristina vivió en Calvo Sotelo nº 197 desde 1996 a 2001. Me gustaría recordar en este momento, para seguir con una ordenada diacronía, el año 1999, especialmente por la grandísima relación de cariño que teníamos con la Señora Manuela. Manuela era la señora que le alquilara el piso a Cris, era una casa familiar de dos pisos, en la cual Manuela vivía en el primero y Cristina en el segundo. Era un piso soleado, con todas las estancias provistas de ventanas al exterior, muy acogedor y por aquel entonces enfrente aún no había ningún edificio.
En aquella casa pasamos Cris y yo momentos inolvidables, era todo cariño y
alegría, momentos bellos llenos de magia y dignos de enmarcar en mi vida. Jamás
olvidaré cuando llegando de Ferrol, volviendo con infinita ilusión, un viernes sobre las 14.30h, subiendo por la
escalera, me inundó un olor, que jamás lo he vuelto a percibir, que desprendía
una costilleta de ternera de casa, era de Rio, la cual inundaba toda la
escalera y me hacía saborearla con inmenso placer. Y allí estaba Virginia, por
aquel año pasara una larga temporada con Cristina, preparándonos el almuerzo
con inmensa dedicación y sobre todo con enorme amor. Cris me esperaba haciendo
cosas, como siempre infatigable al esfuerzo, en medio de un precioso día
primaveral de mayo y en un hogar repleto de alegría y cándido de amor.
Muchas noches la Señora Manuela subía al piso de Cris a cenar y charlar
largo tiempo, la recuerdo infatigable relatando increíbles historias, que toda
persona de cierta edad va acumulando en su periplo humano, en medio de la
melancolía, media nostalgia y repleta de dulzura, pasión y amor.
Recuerdo la llegada de Ana de sus estudios en A Coruña, para pasar el
verano, escuchándola subir por las escaleras, acompañada de su inseparable
amiga Sara, con el jolgorio propio de dos chicas de 23 años, llenas de vida y
con enorme ilusión por el verano que se venía lleno de emociones, fiesta y
diversión.