Cristina día tras día intentaba abrirme el corazón al dulce huésped del amor. Desde la salud a la enfermedad amaba la vida, para Cristina el poder disfrutar del calor humano era natural, impresionaba su cuidado en ofrecer su amor. No deja de estar atenta en mi memoria cuando un invierno caí rendido a una gripe pesada y virulenta, Cris me cuidaba con delicadeza y esmero, sus manos miraban si mi frente permanecía por encima de los 37ºC con su continua y hermosa dedicación en la procura de mi sanación. Todo ello lo recuerdo intensamente, provocando que en mi oscuridad entre la luz, en mi frio se encienda un poco más de fuego y renazca la vida como una flor primaveral. Cris me hacía, y ahora me hace, vivir con alegría y plenitud de entusiasmo en el camino de la vida última que volverá a acercarnos otra vez juntos y amarnos en la eternidad.
Hoy es un día propicio para escribirle a los Reyes Magos, ellos partieron de Oriente siguiendo la Estrella que les hablaba de un Rey de los judíos, y nadie que se acerque a El vuelve con las manos vacías, por ello aunque no sea un niño relato en mi mente la carta a los Magos. Apasionado y lleno de un saco de regalos ya recibidos, me quedo pensativo y casi me inclino por pedirle que no cese en mostrarme el mejor regalo que jamás pensaría recibir, y no por ser (que lo es) extraordinario, sino porque ni siquiera mi mente alcanzaba a verlo existir. Que el amor feliz de Cris me acompañe para siempre jamás.