Llegar a la casa de mi suegra Virginia, siempre resulta evocador de vivir
en una especie de arcadia. En el día de ayer me encuentro que ha venido Jorge,
el hermano menor de Cristina, hace ya casi 25 años que se encuentra en la Costa
del Sol. Su encuentro me hace especialmente feliz, probablemente motivado por
ser el único que se encuentra fuera de casa; el caso es que tenerlo presente,
tenerlo cerca, me hunde al corazón de Cris. Compartimos un almuerzo repleto de
amor, la pobrecilla Virginia había preparado exquisitamente un cordero del
padre de Cristina, y alrededor de tan sabroso manjar estuvimos como unidos por
una ralea de alegría y amor, que asaltaba
mi ser, llenándolo de felicidad y de bello recuerdo de Cris. La siento
preciosa, y alegre de vernos juntos, porque ella nos une, su presente amor, su
siempre alegre carácter nos lleva a sentirla feliz, romántica, bella, generosa
y llena de vida.
Siempre alegre, su alegría nos evoca a poder vivir
presentes en ese sentimiento tan maravilloso. Ojala todos podamos vivir, en
mayor parte, muy alegres.