Casi me rindo a ser un mar de lágrimas, un incesante y remanente nacimiento
de dolor, un largo y sin fin efluvio de alegría, un abundante y ubérrimo
cultivo de amor.
Toda paradójica contrariedad, no cabe otro nacimiento que en la sangre de
la mujer de mi vida. La mujer de mi vida, que el 18 de octubre de 2015 me dejó,
sin quererlo, de este mundo. Un mundo que amó su belleza y bondad, pero Dios la
amó más y su espíritu allá se encuentra; esperándome llena de dulzura y plena
en bondad.
Casi me rindo a no buscar sus brazos, sus manos, sus dedos que tocaban mi
cara y buscaban mi amor. No moriré en sus brazos como tanto me gustaría, pero no
me rindo en seguir su camino, en seguir su luz y contarle al mundo quien es LA
MUJER DE MI VIDA.