En ocasiones resulta tan difícil explicar con palabras inteligentes,
sentimientos complejos y profundos, que nos atormentan. Quizás sin darnos
cuenta tenemos el clarividente mecanismo de empoderar nuestra mente y alcanzar
el arte de amar. Se me apagó el ciclo, cuando Cristina me dejo en esta vida
terrena, buscaba incesante su presencia y cuando pronuncie “te quiero”, sus
ojos hermosamente grandes los vi medio cerrados en la penumbra de la muerte. Su
suave cuerpo, del que tantas caricias recibí, permanecía inerte y descansando,
no en mis brazos, sino en la fría y húmeda acera. Pero ni siquiera el castigo
de su muerte, lograba apagar el fuego de su amor, se me venía en mi estómago
ese revoloteo de las mariposas, que enunciaban un perfecto y eterno
enamoramiento.
¡Oh, Cristina reina de mi mundo¡
Cuanto desearía tenerte conmigo
Si te has ido ángel de mi guarda
este mundo ya no es nuestro
Cuanto desearía hallarme contigo
¡Oh, Dios rey de reyes¡
Cuídame a mi esposa, como Tú mejor que nadie
¡Oh Cristina, cuanto amor recibido¡
¡Oh Cristina, en tu vida inmortal¡
¡No viviste, ni sufriste en vano¡
¡Lo que nace, debe morir¡
¡Lo que ha muerto, resucita¡
¡Oh Cristina, bendita tu vida¡
¡Oh Cristina, ardiente de amor¡
¡Oh Dios, que regalo me has concedido¡
¡El mayor jamás recibido¡