La proyección de
Cristina nos llega en forma de Amor, en lo más grande, en lo más divino. Todo
lo que poseía y nos deja en su vida en Cristo se reduce a Amor, a ese Amor tan
inmenso que su corazón albergaba.
Nuestros amigos de
Ars Combinatoria son un ejemplo de su reflejo perenne, es sencillamente una
implosión en nuestros sentidos y en nuestros sentimientos, escuchar su magia en
sus en voces, en sus manos conduciendo cada instrumento, en sus almas tañendo
amor y belleza. A Cris la podemos tocar con sus notas, en sus labios, en sus
poderosos talentos, pero sobre todo en sus corazones.
Estos días nos alejamos de celebrar Santa Cristina en
su versión más poderosa para un ojo solamente humano, que no menospreciamos y
que si anhelamos, y también amamos. Pero ni el virus más poderoso que nos
enseña dolor, es capaz de frenar el Amor que compartimos entorno a su corazón.
Y seguiremos un año más, sin cesar, sin dejarla sola, sin parar de tocar, sin
callarnos al mundo, sin cesar de amarla. Volveremos a celebrarla en su día
elegido, el día de Santa Cristina, para felicidad nuestra, para abrazar ese
Amor, sentimiento vivo que Ars Combinatoria funde en magia, hornea en su
talento, pero sobre todo brota en Amor.