Recibí ayer un whatsapp de una maravillosa amiga de Cris, de sus tiempos de estudiante de Relaciones Laborables en el campús de Lugo. Puedo contar en esta bitácora que me ha llenado los depósitos de amor. Me levanto con energía y persigo a todo ser vivo prolongando tanta maestría recibida.
Cristina me hablaba de ella uniéndome en un vergel florecido, cargado de
fruto y repleto de la más grande de las virtudes, el AMOR. Ya conocida y
disfrutada por mí, saboreaba todo lo imaginado, volviéndose cumplido todo mi
onírico ser.
Su amiga me lleva a magníficos recuerdos, nostalgia reunida de regalo,
sensaciones capaces de cargar con dificultades y tristezas. Su amiga buena, su
amiga generosa; me mantiene cerca del
cielo, desde donde puedo sentir a Cristina, en mi piel y en mi corazón brota mucha
felicidad. Me envuelvo en ese halo de alto cariño, que conforma su amistad, sus
elogios (hacia mi) inmerecidos y me dejo ir como un barco a la deriva, deriva
que amo con locura y me digo: “Otra vez más amor”. Ese amor sopla fuerte, y yo,
bisoño en este arte, me encuentro zozobrado, sin sentir peligro, muy al contrario
que un pobre naufrago. Ese mar son sus brazos unidos, ese mar son sus miradas,
ese mar son sus dificultades, ese mar son sus sonrisas, ese mar son sus
mensajes, ese mar son sus almas; ese ese mar que te regala hasta la última
gotita de riqueza, es ese mar gigante en virtudes que Cris y su amiga tienen
para ofrecernos un baño jamás olvidado.