Me
siento en el transido de su falta, en un día nueve de marzo en el que Cris
estaría de cumpleaños. Bajo su alma, los días sin su presencia física son como
los besos al cielo que se encuentran perdidos y encontrados, oxímoron en el
limbo de la humanidad y la divinidad. Mi hontanar amor brota y no se seca,
lejos de mi raciocinio, al encuentro de embelesar mis sentidos y provocar en
ellos alegría por encima de tristeza, amor por encima de rabia y como plasmó
Platon, subir pleno, con el acervo de Cris, de la Venus Vulgar a la Venus
Celeste. Y es ahí, justo ahí, donde mi vida se vuelve bella, prendiendo sus
manos, mirándola a sus grandes y alegres ojos, buscando sin profanar sus
cándidos y vitales labios, orándole a Dios para auxilio de su conquista y
viviendo feliz en su halo de aquellos momentos en los que conocí a Cris en el
Litmar. Y es ahora que intento repetirlo en su Santuario, donde solo mi alma se
consuela y mi cuerpo busca seguirla, sin desfallecer mientras tenga vida, donde
nunca dejaré de gritar: “te amo mi amada”.
¡ Feliz Cumpleaños Cris ¡