Cuando uno piensa desde la profundidad de su verdadero interior, facilita
la consecución de alcanzar los sentimientos más brillantes y, sobremanera, más
verdaderos que uno porta. Obviamente ello no quiere decir que sean importantes,
ni mucho menos virtuosos; pero si serán los más genuinos de cada persona.
Habla el claretiano padre Pablo D’Ors, que es en la paz interior y desde
ese silencio de la vida contemplativa, donde se puede clarificar nuestro Ser y
se aprende a compartir con los demás. Si, compartir, me quedo con este bello
verbo que me refleja tanto de Cristina. Lo primero que te compartía Cris era su
sonrisa, te recibía siempre con esa sonrisa tan propia de ella, que albergaba
tantas cosas: alegría, belleza, misericordia, afabilidad e invitaba a sentirse
querido, recibido, comprendido y lleno de magia.
Para Cristina compartir era un valor intrínseco, el cual llevaba tan dentro
que se veía a la distancia. Conmigo compartió todo, se volcó en darme más de lo
que podía, en ella encontraba maravillas inimaginables, descubrí lo que era el
amor dado sin esfuerzo, pleno y radiante.
Compartir, siempre compartir. Te quiero Cristina.
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